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Una de las escaramuzas más conocidas de la batalla cultural del kirchnerismo consistió en cambiar el monumento de Cristóbal Colón por el de Juana Azurduy.
El bellísimo grupo escultórico que fue obsequiado por la comunidad italiana para la celebración del centenario de la Patria había resistido incólume incluso al bombardeo del 55 pero no pudo contra la pretensión de la ex Presidenta de refundar la historia.
Fue un reemplazo basado en la improvisación y la ignorancia, y contó con la irresponsable conducta del Estado argentino en su conjunto para llevarse a cabo.
La decisión de quitar el monumento de Arnaldo Zocchi, encabezado por el navegante erguido mirando hacia España, se tomó a propuesta de Hugo Chávez.
Durante una de sus visitas a la Casa Rosada el ex presidente venezolano le sugirió a Cristina sacar de la plaza a "ese genocida".
En reemplazo de la escultura de mármol de Carrara se erigiría la figura de Juana Azurduy para la que Evo Morales donó un millón de dólares.
Sin entrar en disquisiciones históricas sobre la injusticia de imputarle a Colón el cargo de genocida, ni en la contradicción de exaltar, como némesis al colonialismo, a la responsable de la explotación y esclavitud de miles de indígenas, la obra encargada a Andrés Zerneri no resiste las mínimas pautas de calidad artística.
Se trata de una obra mediocre de una elaboración tan pobre como su imagen.
Apenas cinco meses después de su emplazamiento, la superficie se encuentra en un estado de deterioro que revela fallas tanto estructurales como en el tratamiento de la superficie que hacen peligrar la supervivencia de la escultura.
Una de las vigas que sostienen la figura central provocó la ruptura de dos de las placas de bronce que dejan al descubierto, como dos grandes agujeros, el interior del monumento.
Esta temprana destrucción de la obra a la que se le agrega una falla en la pátina que recubre a Azurduy.
La pátina, que no es más que la terminación de la superficie metálica, tiene dos propósitos fundamentales: uno es el color.
Si uno recorre los paseos de Buenos Aires advertirá que cada obra tiene un color distinto, más verdoso, más ocre, más dorado o amarillo.
La pátina es también una protección para la superficie de la escultura de bronce de las inclemencias del tiempo.
En el caso que nos ocupa, la diferencia de metal en las soldaduras hicieron naturalmente que aparezcan una serie de manchas oscuras que muestran las uniones y denotan también la baja calidad de las fundiciones que obligaron al fundidor a hacer rellenos con un metal distinto.
El resultado está a la vista, una Juana Azurduy atacada de viruela y surcada por costuras que arruinan su visión.
La falta de planificación de la obra obligó al artista a colocar vigas de hierro en el interior para sostener la figura sin tomar los debidos recaudos.
Al tratarse de un metal distinto, la dilatación de las vigas de hierro empujó la carcaza que sostenía y la rompió en dos lugares, a la altura del cuello y el omóplato.
Un escultor que conoce los entretelones de la producción me comentó las peripecias que debió atravesar Zerneri y su equipo a causa de un trabajo que, a falta de pericia, intentó ser compensado con voluntarismo.
A modo de ejemplo; como no sabían utilizar las grúas que les permitieran trasladar las partes de bronce, la usaron manualmente y terminaron estrellando contra el piso un brazo de la heroína andina.
De esta manera, se hace evidente que los traspiés no hacen más que confirmar la irracional empresa de reemplazar una bellísima obra por una pieza mal confeccionada que envejeció en cinco meses más de lo que Colón lo hubiera hecho en años.
(Fuente: Clarín-Buenos Aires)
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