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Pekín ha declarado la alerta roja por la contaminación, la más alta posible. Después de que la semana pasada se alcanzaran los peores niveles de los últimos dos años, y tras un corto respiro de cuatro días de cielos azules, la capa de polución ha vuelto a teñir de gris la capital china. Y sus autoridades se han visto obligadas a ceder ante la indignación popular y las protestas por la falta de medidas drásticas.
Desde las siete de la mañana del martes (medianoche en España) hasta el mediodía (5.00 horas en España) del jueves, se pondrán en marcha una serie de iniciativas que incluyen la suspensión de las obras de construcción y la recomendación de cierre de los colegios. Igualmente quedará prohibido el tráfico de vehículos pesados y los vehículos privados solo podrán circular en días alternos, dependiendo de que su matrícula termine en número par o impar. Las únicas excepciones serán los coches eléctricos.
También se cancelarán las actividades recreativas en el exterior y las empresas tendrán libertad para ofrecer a sus empleados horario flexible en esta ciudad de 21 millones de habitantes. No se podrán tirar petardos ni encender barbacoas al aire libre. Las autoridades del Departamento de Protección Medioambiental de Pekín recomiendan también limitar al máximo las salidas al exterior e instan a los peatones a usar mascarillas.
El domingo ya se había impuesto la alerta naranja, la segunda más seria de una escala adoptada en 2013, después de que Pekín registrara los niveles de contaminación más altos de su historia. Ese nivel de alerta prohíbe entre otras cosas que los escolares puedan participar en actividades al aire libre.
A lo largo de la tarde, los niveles de contaminación han ido subiendo gradualmente y, según los medidores instalados en la Embajada estadounidense, la concentración de partículas PM2,5 —de un diámetro inferior a las 2,5 micras, consideradas las más peligrosas por su capacidad para infiltrarse en los pulmones— llegaba a 274 microgramos por metro cúbico de aire, 10 veces más del máximo que la OMS considera tolerable.
La semana pasada, esa concentración llegó a los 634 microgramos por metro cúbico de aire y dio lugar a imágenes apocalípticas que dieron la vuelta al mundo.
Las subidas de contaminación, agravadas por la falta de viento y el encendido de los sistemas de calefacción —que en su gran mayoría utilizan el carbón—, han coincidido con la celebración de la cumbre contra el cambio climático en París y con una reunión anual UE-China sobre derechos humanos, en la que Pekín hizo hincapié en sus “grandes progresos” en favor del medio ambiente.
China es el principal emisor de dióxido de carbono y se calcula que en 2013 emitió el doble que EE UU, la principal potencia del mundo. Pekín ha prometido que empezará a recortar emisiones “a partir de 2030”. También ha prometido reducir su consumo de carbón en 100 millones de toneladas para 2020, una cantidad insignificante comparada con los 4.200 millones de toneladas que consumía en 2012. También ha asegurado que en cinco años habrá recortado en un 60% los “principales contaminantes” liberados por las plantas eléctricas a base de carbón.
Por el momento, los internautas pekineses parecen haber acogido de manera resignada el anuncio de la nueva escalada de contaminación. “La gran causa de la contaminación es la quema de carbón, pero no hacen caso. Aunque prohíban todo el tráfico, la contaminación va a seguir”, señala un usuario de las redes sociales bajo el nombre de “Xiaolouyitong”. Con sorna, otro que se identifica como “Bei”, se pregunta si con la alerta roja "¿el Gobierno nos puede reembolsar lo que nos gastamos en mascarillas y purificadores de aire?" (Información tomada internacional.elpais.com)
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