Regional
Vive en Irupana
Don Lucho se gana la vida como herrero hace 40 años
Don Lucho con su familia en 1990.


Miércoles, 21 Octubre, 2015 - 10:50

Por Guimer Zambrana

"Jaspum, jaspum, tilin tilin", es el viejo sonido. El fierro al rojo vivo y los músculos también, la brasa que calienta alentada por el fuelle y el yunque que recibe los duros golpes del combo.
Todo es duro y rudo en el viejo taller hasta que el fierro requiere un modelo, una forma.

Es en ese momento en que habilidad y rudeza se confunden, habilidad y rudeza unidas por los años en las manos de Don Lucho.

Los primeros golpes

Llegó a Irupana con apenas 22 años y un qh'epi de esperanzas sobre la espalda: "Mi primer taller lo instalé en la casa de mi compadre Trillo".

Recuerda que fue su padre el que lo inició en el oficio de moldeador de fierros. Tenía entonces 15 años.

Su segundo taller lo ubicó en la calle Cochabamba y el tercero en su casa propia.

Son los vecinos de la calle Cárdenas los que acostumbraron sus oídos al ruido de los duros golpes de don Lucho, que, con sus 65 años encima, continua golpeando como hace 40.

Cada panadero alaba su pan y don Lucho las chontas que fabrica: "Mis herramientas son las mejores y las más garantizadas".

Los copiones de la competencia le obligaron a cambiar su marca, usaba el herraje ahora usa la letra “L”. “De Lucho, pues, ¿de qué más ha de ser?”.

Las chontas de platino o fierro dulce quedaron en el recuerdo junto a las 12 herramientas que fabricaba por día. Hoy sólo fabrica cuatro y utiliza las hojas rotas de muelle.

Gracias al agua de fierro

Si los carniceros toman la sangre del toro, don Lucho toma el agua del fierro.

"Los herreros de antes calentaban el fierro y lo metían al agua, lo hacían hervir con el fierro caliente para ponerle café Taborga y servirse”.

Es más, los baña a sus hijos con el agua del fierro: “Por eso no se enferman”.

Y no es el único que lo hace, las personas que tienen un bebé en casa le piden que les regale el agua para también bañar al recién llegado.

No es extraño ver a carpinteros o herreros con uno o dos dedos menos. Don Lucho tiene las manos completas.

Cuenta con orgullo que nunca tuvo accidente alguno gracias a su habilidad y cuidado.

En casa del herrero el cuchillo no es de palo

Poniendo en cuestión al refrán, don Lucho fabricó todas sus herramientas: "Los martillos, combos y tenazas los he hecho yo".

"Tengo cinco martillos, el uno sirve para forjar el fierro y el otro para formarlo. Las tenazas las he hecho a mi gusto para que agarren bien”.

Las quebradas yungueñas hacen difícil –sino imposible- el uso de maquinaría en la agricultura.

Las chontas seguirán siendo utilizadas para desyerbar los cultivos y los hijos de Don Lucho han heredado el oficio de su padre. La herrería tiene también vida de fierro en Irupana.

"Jaspum, jaspum, tilin tilin", es el viejo sonido. El fierro al rojo vivo y los músculos también, la brasa que calienta alentada por el fuelle y el yunque que recibe los duros golpes del combo.

Todo es duro y rudo en el viejo taller hasta que el fierro requiere un modelo, una forma.

Es en ese momento en que habilidad y rudeza se confunden, habilidad y rudeza unidas por los años en las manos de Don Lucho.

Los primeros golpes

Llegó a Irupana con apenas 22 años y un qh'epi de esperanzas sobre la espalda: "Mi primer taller lo instalé en la casa de mi compadre Trillo".

Recuerda que fue su padre el que lo inició en el oficio de moldeador de fierros. Tenía entonces 15 años.

Su segundo taller lo ubicó en la calle Cochabamba y el tercero en su casa propia.

Son los vecinos de la calle Cárdenas los que acostumbraron sus oídos al ruido de los duros golpes de don Lucho, que, con sus 65 años encima, continua golpeando como hace 40.

Cada panadero alaba su pan y don Lucho las chontas que fabrica: "Mis herramientas son las mejores y las más garantizadas".

Los copiones de la competencia le obligaron a cambiar su marca, usaba el herraje ahora usa la letra “L”. “De Lucho, pues, ¿de qué más ha de ser?”.

Las chontas de platino o fierro dulce quedaron en el recuerdo junto a las 12 herramientas que fabricaba por día. Hoy sólo fabrica cuatro y utiliza las hojas rotas de muelle.

Gracias al agua de fierro

Si los carniceros toman la sangre del toro, don Lucho toma el agua del fierro.

"Los herreros de antes calentaban el fierro y lo metían al agua, lo hacían hervir con el fierro caliente para ponerle café Taborga y servirse”.

Es más, los baña a sus hijos con el agua del fierro: “Por eso no se enferman”. Y no es el único que lo hace, las personas que tienen un bebé en casa le piden que les regale el agua para también bañar al recién llegado.

No es extraño ver a carpinteros o herreros con uno o dos dedos menos. Don Lucho tiene las manos completas. Cuenta con orgullo que nunca tuvo accidente alguno gracias a su habilidad y cuidado.

En casa del herrero el cuchillo no es de palo

Poniendo en cuestión al refrán, don Lucho fabricó todas sus herramientas: "Los martillos, combos y tenazas los he hecho yo".

"Tengo cinco martillos, el uno sirve para forjar el fierro y el otro para formarlo. Las tenazas las he hecho a mi gusto para que agarren bien”.

Las quebradas yungueñas hacen difícil –sino imposible- el uso de maquinaría en la agricultura.

Las chontas seguirán siendo utilizadas para desyerbar los cultivos y los hijos de Don Lucho han heredado el oficio de su padre. La herrería tiene también vida de fierro en Irupana.