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La propensión al baile, la juerga y una amistad filial con el dios Baco son costumbres muy arraigadas en nuestra sociedad, que nos hacen olvidar de cosas mucho más importantes que hacen al desarrollo integral como personas, como familia y sociedad.
A nombre de folclore, revalorización de nuestra cultura o veneración a santos o vírgenes –de todo jaez y tamaño–, el desenfreno es total en muchas poblaciones bolivianas, donde lo único que predomina es el intemperante consumo de bebidas alcohólicas y una casi inexistente o nula veneración al santo o virgen de turno. En honor a una de estas imágenes, de las muchas que ha inventado el imaginario boliviano, la gente baila, ya sea en vías públicas o en carreteras, perjudicando el normal desenvolvimiento de las actividades cotidianas de las personas que precisan aportar con su trabajo al desarrollo del país, antes de prestarse a este tipo de acontecimientos que siempre terminan con consecuencias negativas como accidentes, robos, atracos, peleas o intoxicación por ingesta de bebidas alcohólicas.
Nuestra boyante economía nacional en los últimos tiempos ha permitido que los bolivianos mejoremos nuestros ingresos personales y familiares; pero esta situación no es aprovechada como una forma de prevención para nuestras generaciones futuras; los bolivianos somos muy inmediatistas y acontecimientos triviales como bailes y presteríos ganan nuestra atención y dinero, que a la postre nos dejará en igual o peores condiciones económicas, con el pírrico sabor y vaporoso recuerdo de una fugaz diversión y farra desenfrenada.
Precisamente una de estas actividades poco productivas y nada edificantes ha dado lugar en los últimos días a un funesto accidente, cuando un grupo de fraternos se divertía despreocupadamente en plena carretera paceña, originando un embotellamiento y posterior vuelco de un camión cisterna que ocasionó un incendio de proporciones, con el fatídico resultado de vidas humanas segadas, heridos y pérdidas materiales considerables.
También es frecuente ver en calles y avenidas de nuestras ciudades fantoches divirtiéndose a pierna suelta a vista y paciencia de traseúntes que se ven perjudicados con aglomeraciones que dan lugar a robos y hurtos, calles intransitables y obstrucciones molestosas que pueden ocasionar accidentes de tránsito. Autoridades consultadas al respecto han manifestado que no hay norma que rija una prohibición o anuencia para la realización de este tipo de acontecimientos. Pero, si no existe norma alguna que regule estas actividades, ¿no debería ser de sentido común ir a bailar en donde no se perjudique las actividades normales de las personas? ¿O es necesaria hacer alharaca de esos bailes y atuendos que más bien devalúan la riqueza artística y cultural de nuestro país?
Volviendo al luctuoso hecho de tránsito ocurrido en la carretera La Paz – Desaguadero, es increíble conocer que el presterío en Huancollo no ha hecho mella en la gente del lugar, y la misma seguía festejando como si nada hubiera ocurrido, porque los pasantes de la fiesta no podían perder “su inversión así por así”. Se conoce por la prensa que incluso al día siguiente la fiesta proseguía con grupos folclóricos y orquestas. Al parecer, el baile y la bebida tienen más prioridad que el dolor y luto que se cernió sobre las familias de las personas fallecidas y heridas. ¡¡Algo que sólo en nuestro país puede ocurrir!!
Se puede discurrir mucho más sobre nuestra rara afición de empinar el codo y bailar en honor de divinidades de toda estofa, pero el saldo de muertos, heridos y daños materiales de este accidente en carretera debe llevarnos a reflexionar y regular la realización de este tipo de actividades que perjudican y hasta traen aparejadas consecuencias funestas como el hecho en cuestión.
Es hora de poner freno a presteríos, juergas y bailongos que nada tienen que ver con actos culturales o muestra de folclore nacional. Autoridades nacionales y municipales tienen una tarea pendiente sobre el particular.
*Carlos Fernando Puma es Comunicador Social y Administrador de Empresas
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